La asistenta del hogar del matrimonio entre 2001 y 2003 denuncia que trabajaba 120 horas mensuales, cuando la ley obliga a dar de alta a partir de 80. "Tendría que haber salido de ellos hacerme los papeles".
Trabajaba en casa de Sonsoles y José Luis unas seis horas al día y ni me hicieron contrato ni me dieron de alta en la Seguridad Social. Me pagaban en negro”. Con esta contundencia se expresa Isabel Laranjeira, portuguesa de 48 años que lleva casi tres décadas en España trabajando, principalmente como empleada del hogar. José Luis Rodríguez Zapatero había dado la sorpresa al ganar las primarias del PSOE del 22 de julio de 2000 y convertirse en secretario general del partido imponiéndose a José Bono, Matilde Fernández y Rosa Díez. El entonces diputado del Congreso por León trasladó su residencia a la capital, concretamente a un elegante dúplex de la urbanización Eurogar de Las Rozas, en la zona noroeste de Madrid, un enclave para gente de alto poder adquisitivo. En el verano de 2001 Isabel trabajaba en la casa de una amiga de Sonsoles Espinosa, que fue quien las puso en contacto. “Yo cobraba 800 pesetas a la hora, pero como Sonsoles me necesitaba muchas horas y de lunes a viernes, lo rebajamos a 500 pesetas”, relata la trabajadora. Isabel, según su testimonio, trabajaba una media de 120 horas mensuales y la casa del matrimonio Zapatero era su única ocupación (dejó las otras viviendas que llevaba), por lo que sus empleadores estaban obligados a darla de alta en la Seguridad Social, al superar las 80 horas mensuales que dicta la ley. Fuentes de La Moncloa aseguran en cambio que Isabel no cubría el cupo de horas que marca la ley para obligar al alta.
Isabel solía destinar a la casa del matrimonio unas cinco o seis horas por las mañana y, “si no terminaba, volvía por la tarde”, asegura. En periodos como el verano reducía su jornada laboral. Al final de cada mes la empleada dejaba un papel con las horas de trabajo y lo que le tenían que pagar, “de 60.000 a 70.000 pesetas, y cuando ya sólo había euros, pues 300 y pico”, recuerda Isabel, quien añade que en más de una ocasión “Sonsoles me dejaba dinero de menos y yo no lo tocaba, le decía que ese no era el dinero. Una vez eran 380 euros y sólo había 200. Se lo dije y me contestó que se había equivocado”. Según su relato, siempre cobraba en metálico, “nunca con talón ni nada de eso”.
Isabel reconoce que ella no exigió que la dieran de alta en la Seguridad Social. Se conformaba con tener trabajo, aunque hoy se arrepiente. “Tendría que haber salido de ellos hacerme los papeles, además siendo quienes eran, con el partido y todo eso. Yo me subía a una escalera para limpiar una lámpara y si me resbalo y me caigo, ¿de quién era la culpa? ¿Mía?”, se pregunta Laranjeira.
Al margen de lo laboral, Isabel no tiene queja alguna del trato con el entonces líder de la oposición, con el que coincidía poco. Sí saltaron chispas con la esposa de Zapatero, con la que tuvo algún encontronazo: “Una vez Sonsoles no encontraba un sobre con dinero que habían dejado en la entrada y me llamó para preguntarme.
Yo le dije que preguntara a su madre o a las niñas. Me dio dolor de cabeza dos días al pensar que ella creía que me lo había llevado yo. Al final el sobre estaba en la sede del partido porque Zapatero puso encima unos libros y se lo llevó sin querer. Ella me estaba acusando de una cosa que no era”, rememora la ex asistenta de los Zapatero.
Isabel, que se encargaba principalmente de las tareas de limpieza de la casa y del lavado y planchado de la ropa, hace gala de una buena memoria: “Abajo estaban la cocina, el cuarto de servicio y el baño. Después, el salón grande, que era salón comedor. También un aseo, una sala de estar y la habitación del matrimonio. Arriba había tres habitaciones y el despacho de José Luis Rodríguez Zapatero, al que podía entrar a limpiar pero nunca coger ese teléfono si sonaba”.
En ocasiones, la portuguesa, que actualmente continúa dedicada al servicio doméstico, también recogía a las hijas de la pareja en el colegio San Miguel. Cuando llegaba a la residencia del hoy presidente del Gobierno dejaba su DNI en la garita de seguridad de Eurogar y al irse lo recogía. A diario coincidía con los guardaespaldas de Zapatero. Cuando la madre de Sonsoles Espinosa acababa de comprar un piso en la zona de Ópera (Madrid), la asistenta de los Zapatero recuerda que fue a limpiarlo.
En un principio, Isabel sólo iba a estar en casa de los Zapatero-Espinosa un año “porque iban a traer a una chica de fuera, pero al final fueron casi tres años porque hubo problemas con los papeles de su sustituta. A esta, Mari Cielo, sí la contrataron”. LA GACETA ha confirmado con el marido de Mari Cielo que fue así y que “no tuvo ningún problema con ellos”.
El fraude a la Seguridad Social que pudo cometer el matrimonio Zapatero-Espinosa ya ha prescrito. Pero no así sus responsabilidades políticas, dado el deber de ejemplaridad que cabe exigir del actual presidente del Gobierno y autoproclamado adalid de los derechos sociales.
Dinero de menos
Isabel solía destinar a la casa del matrimonio unas cinco o seis horas por las mañana y, “si no terminaba, volvía por la tarde”, asegura. En periodos como el verano reducía su jornada laboral. Al final de cada mes la empleada dejaba un papel con las horas de trabajo y lo que le tenían que pagar, “de 60.000 a 70.000 pesetas, y cuando ya sólo había euros, pues 300 y pico”, recuerda Isabel, quien añade que en más de una ocasión “Sonsoles me dejaba dinero de menos y yo no lo tocaba, le decía que ese no era el dinero. Una vez eran 380 euros y sólo había 200. Se lo dije y me contestó que se había equivocado”. Según su relato, siempre cobraba en metálico, “nunca con talón ni nada de eso”.Isabel reconoce que ella no exigió que la dieran de alta en la Seguridad Social. Se conformaba con tener trabajo, aunque hoy se arrepiente. “Tendría que haber salido de ellos hacerme los papeles, además siendo quienes eran, con el partido y todo eso. Yo me subía a una escalera para limpiar una lámpara y si me resbalo y me caigo, ¿de quién era la culpa? ¿Mía?”, se pregunta Laranjeira.
Al margen de lo laboral, Isabel no tiene queja alguna del trato con el entonces líder de la oposición, con el que coincidía poco. Sí saltaron chispas con la esposa de Zapatero, con la que tuvo algún encontronazo: “Una vez Sonsoles no encontraba un sobre con dinero que habían dejado en la entrada y me llamó para preguntarme.
Yo le dije que preguntara a su madre o a las niñas. Me dio dolor de cabeza dos días al pensar que ella creía que me lo había llevado yo. Al final el sobre estaba en la sede del partido porque Zapatero puso encima unos libros y se lo llevó sin querer. Ella me estaba acusando de una cosa que no era”, rememora la ex asistenta de los Zapatero.
Isabel, que se encargaba principalmente de las tareas de limpieza de la casa y del lavado y planchado de la ropa, hace gala de una buena memoria: “Abajo estaban la cocina, el cuarto de servicio y el baño. Después, el salón grande, que era salón comedor. También un aseo, una sala de estar y la habitación del matrimonio. Arriba había tres habitaciones y el despacho de José Luis Rodríguez Zapatero, al que podía entrar a limpiar pero nunca coger ese teléfono si sonaba”.
En ocasiones, la portuguesa, que actualmente continúa dedicada al servicio doméstico, también recogía a las hijas de la pareja en el colegio San Miguel. Cuando llegaba a la residencia del hoy presidente del Gobierno dejaba su DNI en la garita de seguridad de Eurogar y al irse lo recogía. A diario coincidía con los guardaespaldas de Zapatero. Cuando la madre de Sonsoles Espinosa acababa de comprar un piso en la zona de Ópera (Madrid), la asistenta de los Zapatero recuerda que fue a limpiarlo.
En un principio, Isabel sólo iba a estar en casa de los Zapatero-Espinosa un año “porque iban a traer a una chica de fuera, pero al final fueron casi tres años porque hubo problemas con los papeles de su sustituta. A esta, Mari Cielo, sí la contrataron”. LA GACETA ha confirmado con el marido de Mari Cielo que fue así y que “no tuvo ningún problema con ellos”.
El fraude a la Seguridad Social que pudo cometer el matrimonio Zapatero-Espinosa ya ha prescrito. Pero no así sus responsabilidades políticas, dado el deber de ejemplaridad que cabe exigir del actual presidente del Gobierno y autoproclamado adalid de los derechos sociales.
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